Cartas de Epicuro, en Vidas de los filósofos más ilustres, de Diógenes Laercio
En Epicuro encontramos tres cartas; la primera enviada a Herodoto, en la cual nos explica su “canónica”, diciéndonos que de la nada no puede surgir absolutamente nada, pues de no ser así todo existiría sin la necesidad de la formación de algo.
Nos explica que el principio de todo es la naturaleza, misma que está hecha de átomos, por tanto, nosotros y todo lo que existe son átomos, de hecho, el universo mismo. El universo es infinito, y eso incluye al macrocosmos y el microcosmos de cuerpos repletos de átomos que viajan en el vacío, y así nos indica que no tienen ningún destino.
Ya en el final de la carta le comenta a Herodoto la conclusión de ésta, que es el estudio a profundidad sobre la naturaleza y el efecto en todas las cosas.
En la segunda carta enviada a Pitocles, Epicuro trata de dar una explicación sobre la naturaleza del universo, de cómo es que surgen los fenómenos naturales, así como sus causas, orígenes y efectos. También en este estudio, Epicuro trata de dar la acotación racional y científica de todos estos fenómenos, como son la lluvia, los truenos, los relámpagos, los terremotos, etcétera. Mismos a los que no hay que temerles. Así pues, en esta carta está expuesta la física epicúrea, y así, para este filósofo el componente de todas las cosas es la materia.
Por último, Epicuro nos induce a la vida del sabio, quien siempre será feliz por más que los dolores le atormenten; creo que el sabio goza hasta los fenómenos naturales, en vez de temerles.
Finalmente, en la última carta escrita a Meneceo, Epicuro expone su ética, comenzando con la explicación del placer como la ausencia de dolor, el cual se eliminaría separando los deseos, pues son éstos los que nos llevan al estado intranquilo, o mejor dicho, al sufrimiento. También habla de la muerte, la cual es meramente insensible, a la que no hay que temerle puesto que sólo es la privación del sentir; no significa nada, pues cuando llegue no la vamos a sentir, o más ciertamente, la muerte supone la disgregación de átomos indivisibles.
Ya en el final, Epicuro nos habla del vivir con virtudes, como la prudencia, la honestidad y la justicia, y es que son éstas las que dan cabida a la felicidad, pero una felicidad con “dulzura”. Posteriormente escribe una serie de máximas que tienen como hito fundamental el concebirnos en una felicidad plena, la cual, según Epicuro, es fácil y asequible.
Recomendado por Adrián Cruz Pineda
En Epicuro encontramos tres cartas; la primera enviada a Herodoto, en la cual nos explica su “canónica”, diciéndonos que de la nada no puede surgir absolutamente nada, pues de no ser así todo existiría sin la necesidad de la formación de algo.
Nos explica que el principio de todo es la naturaleza, misma que está hecha de átomos, por tanto, nosotros y todo lo que existe son átomos, de hecho, el universo mismo. El universo es infinito, y eso incluye al macrocosmos y el microcosmos de cuerpos repletos de átomos que viajan en el vacío, y así nos indica que no tienen ningún destino.
Ya en el final de la carta le comenta a Herodoto la conclusión de ésta, que es el estudio a profundidad sobre la naturaleza y el efecto en todas las cosas.
En la segunda carta enviada a Pitocles, Epicuro trata de dar una explicación sobre la naturaleza del universo, de cómo es que surgen los fenómenos naturales, así como sus causas, orígenes y efectos. También en este estudio, Epicuro trata de dar la acotación racional y científica de todos estos fenómenos, como son la lluvia, los truenos, los relámpagos, los terremotos, etcétera. Mismos a los que no hay que temerles. Así pues, en esta carta está expuesta la física epicúrea, y así, para este filósofo el componente de todas las cosas es la materia.
Por último, Epicuro nos induce a la vida del sabio, quien siempre será feliz por más que los dolores le atormenten; creo que el sabio goza hasta los fenómenos naturales, en vez de temerles.
Finalmente, en la última carta escrita a Meneceo, Epicuro expone su ética, comenzando con la explicación del placer como la ausencia de dolor, el cual se eliminaría separando los deseos, pues son éstos los que nos llevan al estado intranquilo, o mejor dicho, al sufrimiento. También habla de la muerte, la cual es meramente insensible, a la que no hay que temerle puesto que sólo es la privación del sentir; no significa nada, pues cuando llegue no la vamos a sentir, o más ciertamente, la muerte supone la disgregación de átomos indivisibles.
Ya en el final, Epicuro nos habla del vivir con virtudes, como la prudencia, la honestidad y la justicia, y es que son éstas las que dan cabida a la felicidad, pero una felicidad con “dulzura”. Posteriormente escribe una serie de máximas que tienen como hito fundamental el concebirnos en una felicidad plena, la cual, según Epicuro, es fácil y asequible.
Recomendado por Adrián Cruz Pineda